Reseña: Notable aportación de un geógrafo mexicano
Notable contribution from a mexican geographer
García Cubas, Antonio. Atlas de la República Mexicana 1858.
Segunda edición facsimilar. México, UNAM, Instituto de Investigaciones Históricas,
Miguel Ángel Porrúa, El Colegio Nacional, INEGI, 2015, pp. 60/33 láminas.
ISBN 978-607-524-012-1.
Reseña
Francisco Javier Moreno Núñez y Héctor Mario Gómora Morales
Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), javier.moreno@inegi.org.mx y hector.gomora@inegi.org.mx, respectivamente.
Una noticia importante para los profesionales de la historia y la geografía, así como de aquellos que generan información geográfica, es la reciente publicación de esta segunda edición del Atlas geográfico, histórico y estadístico de la República Mexicana de Antonio García Cubas, obra publicada de origen en 1858 y que constituyó, en su tiempo, el más completo y serio intento de elaborar un compendio cartográfico y estadístico del país. Desde su inicio recibió —y aún sigue recibiendo— el reconocimiento de expertos; es considerada precursora de las grandes empresas geográficas realizadas en décadas posteriores.
García Cubas (1832-1912) fue uno de los más distinguidos geógrafos mexicanos de la segunda mitad del siglo XIX. Le tocó vivir una época en la que la falta de unidad nacional tuvo consecuencias lamentables para el país, como la pérdida de grandes extensiones del territorio que se anexaron al vecino país del norte.
Este destacado geógrafo se incluye entre los científicos que entendieron la imperiosa necesidad de trabajar para construir dicha unidad tanto en el ámbito cultural como en el científico. Dedicó sus esfuerzos a integrar información geográfica y estadística, pues tenía claro que para asegurar la posesión de un territorio es indispensable el conocimiento en cuanto a sus características físicas, económicas y sociales. A más de un siglo de su brillante trayectoria, a García Cubas se le identifica como un pionero en los trabajos que toda nación necesita para tener un conocimiento detallado de su territorio.
Esta segunda edición (Atlas de la República Mexicana 1858) nació de una iniciativa del ilustre historiador Miguel León Portilla, investigador emérito de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y decano de El Colegio Nacional, quien planteó la idea al Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), misma que fue aceptada de inmediato, lo cual permitió llevar a cabo la labor necesaria para hacer realidad dicha iniciativa, con el apoyo de El Colegio Nacional y el Instituto de Investigaciones Históricas de la UNAM, bajo el sello editorial de Miguel Ángel Porrúa.
Además, el doctor León Portilla apoyó escribiendo un estudio introductorio de la obra. Por su parte, el INEGI aportó una nota técnica donde se hace mayor énfasis en la importancia de García Cubas desde la perspectiva de la actividad cartográfica, las técnicas de elaboración, los problemas inherentes a ellos y otros aspectos relacionados. Es importante resaltar que el texto es claro en reivindicar a García Cubas en el honroso papel de precursor de grandes tareas nacionales, como las iniciadas en 1968 por la Comisión de Estudios del Territorio Nacional y Planeación (CETENAP), la cual evolucionó hasta la actual Dirección General de Geografía y Medio Ambiente del INEGI.
El objetivo de la primera edición del Atlas, declarado por el autor, era “…dar á [sic] conocer este hermoso país, tan rico por sus productos naturales. La falta de cartas y de noticias geográficas ha sido uno de los obstáculos para la realización de grandes proyectos. Bien conocido el país, las empresas de colonización, las de caminos, las de minas que poseemos ricas y abundantes, las de agricultura y muchas otras, darán el resultado de la prosperidad á [sic] que deben aspirar los votos de todos los mexicanos.”1 En tales palabras está implícita la conciencia de que México era un país que estaba aún en vías de consolidarse como nación, lo cual significa, entre otros aspectos, alcanzar el pleno conocimiento y dominio de su territorio. Al hablar de empresas de colonización y del manejo de los recursos naturales, el ilustre científico evidencia que tenía muy presente la experiencia de Texas y el despojo de 1848.
Importante es aclarar que el método de los geógrafos para elaborar cartografía en aquellos tiempos consistía, en buena medida, en la recopilación de trabajos previos para hacer un esfuerzo de integración y, eventualmente, de corrección. Contrario a lo que podría pensarse, este método no significaba ahorro de trabajo, porque demandaba una revisión cuidadosa de mucho material. Las fuentes de García Cubas para el Atlas fueron mapas elaborados tanto por la Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística como por otros investigadores.
En cumplimiento del propósito declarado, en esta obra encontramos no sólo cartografía, sino también información estadística e histórica. Contiene dos cartas generales de la República Mexicana, una de ellas de mayor tamaño y con datos actualizados a la fecha de elaboración. Fue una nueva versión de su carta publicada en 1856, que le había dado cierto renombre gracias a su exhibición ante el presidente Santa Anna.
El resto de la parte cartográfica consta de 29 cartas, correspondientes a 23 de los estados ya existentes, así como seis de regiones que no habían alcanzado esa categoría administrativa y tenían la condición de territorios. Es interesante, además, apreciar las formas de las entidades y advertir los cambios ocurridos desde entonces a la fecha (Tabasco es un claro ejemplo). Cada una de estas cartas contiene información de gran valor para estudios históricos.
No menos importantes son los suplementos. En el aspecto histórico, contiene una bella reproducción del llamado Códice Boturini (o Tira de la Peregrinación), que narra la marcha desde el mítico Aztlán, la separación (por orden de Huitzilopochtli) de un grupo que en lo sucesivo debería dejar de llamarse azteca para nombrarse mexica y, luego de muchos avatares, la llegada al islote donde se fundaría la gran Tenochtitlán. Vemos, así, representado el mito fundacional del Imperio Mexica, que fue adoptado desde la Independencia como símbolo de la nación mexicana, lo cual explica su elección por García Cubas.
Además, contiene datos de los principales acontecimientos y gobernantes desde la época prehispánica hasta el año de publicación del Atlas. Incluye información mineralógica, una lista con los nombres de las fincas rústicas del país y el cuadro geográfico y estadístico de la República Mexicana. Es de admirar la inclusión de dibujos de las principales edificaciones prehispánicas y algunas de las bellezas naturales de nuestra nación. En ello se manifiesta el otro gran talento de García Cubas quien, además de su formación científica, estudió dibujo en la prestigiosa Academia de San Carlos, donde tuvo contacto con el célebre paisajista José María Velasco, entre otros artistas. Este talento adicional se aprecia en los mapas mismos, en específico en la representación de la topografía. En tiempos en los que no existía el sistema de curvas de nivel, elementos como sierras, elevaciones mayores y grandes valles fluviales fueron magníficamente representados mediante una combinación de trazos y sombreados. Observándolos con cuidado, se percibe un trabajo sistemático, sobre todo en los mapas de mayor escala. Son bellos ejemplos de dibujo y de una verdadera información espacial incorporada con el rigor y la exactitud que permitían las técnicas a las que el autor tenía acceso.
En el contenido del Atlas y en el trabajo detrás de éste se advierte un deseo de avanzar de manera significativa en la tarea de proporcionar información para el conocimiento del territorio del país y también de elementos culturales que permitieran formar una identidad nacional. Todo ese periodo de inestabilidad y amargas experiencias que a García Cubas le tocó vivir durante su juventud (que es la etapa decisiva para la formación) definió claramente el rumbo que tomaría su trabajo, la misión a la cual consagraría su vida.
En el aspecto técnico, sus trabajos son ejemplos de calidad en relación con los recursos de la época. Geógrafos igualmente ilustres no dudaron en reconocer las muchas cualidades de esta obra. Orozco y Berra aportó la que tal vez sea la mejor síntesis al considerar el estadio histórico de nuestro país cuando fue elaborado el Atlas, recordando que siempre hay fallas cuando se empieza, que toda nación se enfrenta a ello al dar sus primeros pasos por el camino de las ciencias: “Pedir la perfección antes de tiempo es quimera…”, sentencia, pero al mismo tiempo puntualiza: “…si no se comienza, nunca se llega a término…”.2
Por ello, en la nota técnica que aporta el INEGI a esta edición, el Instituto se define a sí mismo como un continuador de la empresa que un personaje como García Cubas inició con dignidad y esmero.
Podemos augurar entonces un verdadero éxito a esta segunda edición facsimilar de una obra de gran relevancia en la historia del quehacer geográfico en México que, incluso a siglo y medio de su elaboración, es fuente de información y sigue causando admiración e inspirando respeto.
1 García Cubas, Antonio. Atlas geográfico, histórico y estadístico de la República Mexicana. Edición facsimilar. Editorial Porrúa, México, 2015.
2 Citado en Pichardo Hernández, Hugo. Hacia la conformación de una geografía nacional: Antonio García Cubas y el territorio mexicano 1853-1912. Tesis de maestría. UNAM, 2004.