Características sociodemográficas del asentamiento poblacional en la frontera norte de México

 

Socio-Demographic Characteristics of the Settlement in the Northern Border of Mexico

 

Humberto González Galbán,* Rafael Vela González†** y Ana María Navarro Ornelas***
*El Colegio de la Frontera Norte, hggalban@colef.mx
**El Colegio de la Frontera Norte
*** El Colegio de la Frontera Norte, anavarro@colef.mx

 

Vol. 9 Núm. 1 – Epub                                          Características sociodemográficas… – Epub

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En este artículo se muestran características sociodemográficas del poblamiento en la frontera norte de México. Con ello se pretende encontrar elementos explicativos, fundamentados estadística y espacialmente, de peculiaridades de las problemáticas actuales y perspectivas de la distribución de la población y los cambios al respecto según su cercanía al país de más desarrollada economía del mundo.
El importante crecimiento demográfico y la peculiar distribución de la población de esta región fronteriza están sustentados en la voluminosa corriente migratoria que han recibido y en el crecimiento natural, puntos en los que la relación bilateral con Estados Unidos de América juega un papel relevante.

Palabras clave: población; distribución espacial; frontera norte; México

 

This article shows socio-demographic characteristics of human settlements on the northern border of Mexico. The aim is to find explanatory elements, statistics, and spatially grounded peculiarities of the current problems and prospects of the distribution and changes of the population, due to its proximity to the world’s most powerful country.
The significant population growth and its peculiar distribution along this border are founded on the great migratory flow, and the natural growth of the population. The bilateral relationship with the US plays a relevant role on both elements

Key words: population; spatial distribution; northern border; Mexico.

 

Recibido: 8 de septiembre de 2016.
Aceptado: 23 de mayo de 2017.

 

Introducción

El trabajo está centrado, básicamente, en la región mexicana que comprende el territorio más cercano a la frontera con Estados Unidos de América (EE. UU.) —aquí nombrada franja fronteriza— y, en particular, en la distribución de las localidades urbanas donde se asienta la mayor parte de la población en esa zona.

De acuerdo con el Consejo Nacional de Población (Mojarro, 2002), la franja fronteriza es aquella que se encuentra a lo largo de la línea divisoria de 3 152 kilómetros de este a oeste que separa a México de EE.UU. y a una distancia de 105 kilómetros al sur; comprende 38 municipios de los estados fronterizos de México.

Para desarrollar esta investigación, se abordaron elementos de la distribución espacial de la población residente de acuerdo con diversas características demoespaciales de interés para los estudios de población, limitando los análisis a la franja fronteriza antes referida en unos casos y, en otros, a los seis estados norteños, contrastándolos con las otras entidades, a las cuales se hará referencia con el término resto de México, centrando más la atención de los análisis en el principal tipo de asentamiento espacial de la población que son las localidades urbanas.1

El objetivo general de este trabajo es conocer la existencia de particularidades demoespaciales en el asentamiento de la población en la red de ciudades en la zona más cercana de México al vecino país del norte, de lo que se derivan las siguientes preguntas de investigación:

  • ¿Es elevada la concentración de población en localidades urbanas de gran tamaño en esta región mexicana?
  • ¿El crecimiento de la población fronteriza está potenciado por la inmigración procedente del centro y sur de México en mayor medida que por el crecimiento natural?
  • ¿La fuerte interrelación económica y laboral, entre otras variables, que facilitan la cercanía con EE.UU. condiciona particularidades sociodemográficas evidenciadas en la región fronteriza del norte de México?

Con el fin de tener elementos que permitan probar los aspectos referidos, en el presente trabajo se presenta información que es resultado de análisis elaborados por los autores a partir de fuentes primarias de datos, como los censos de población y vivienda más recientes del país. Los resultados obtenidos pueden ser empleados como insumos para investigaciones posteriores que contribuyan a ampliar la interrelación del análisis de la distribución espacial de la población en la frontera norte de México con la sociodemografía, relación trascendente pero relativamente poco explorada en esta parte del país.

Breves consideraciones teóricas previas

El poblamiento del norte de México se experimentó en el inicio del periodo colonial de manera peculiar en el contexto nacional porque estos territorios estaban aislados del centro del país, no solo por una gran distancia sino, también, por importantes obstáculos naturales, como desiertos y cadenas montañosas que hacían difícil el acceso; ello, unido a una relativamente escasa existencia de recursos naturales, condicionó a que recibieran una atención política y económica menor por parte del gobierno mexicano.

De manera contraria, la proximidad geográfica y la fácil comunicación con EE.UU., así como el importante desarrollo económico de regiones cercanas al norte de la frontera mexicana, entre otros aspectos, incrementó el interés norteamericano por la mano de obra, bienes perecederos y servicios, lo que propició una creciente interrelación en el campo comercial, demográfico y laboral entre ambas partes de la frontera, lo cual impulsó la interacción subregional, promoviendo la vinculación física a través de obras viales, interconexión de sistemas eléctricos y el aprovechamiento de recursos naturales compartidos entre ambos países (CEPAL, 2002). Lo anterior fue tornándose más intenso aunque variable, de acuerdo con lo acontecido al norte de México y en el resto del panorama nacional.

Los referidos aspectos contrapuestos —por una parte la generalmente intensa interrelación con EE.UU. y, por la otra, su distanciamiento físico y económico con el resto de México— se reflejaron en el poblamiento de esta región fronteriza;2 caracterizado por un crecimiento poblacional lento desde la colonización, que en el siglo pasado —en particular desde la segunda mitad del mismo— cambió a ser muy acelerado con respecto al de la generalidad del país, en especial en la franja fronteriza más cercana con EE.UU., lo que estuvo determinado sobre todo por una importante corriente migratoria procedente de otras partes de México. Conforme se aleja de la frontera, el ritmo de crecimiento demográfico reciente ha sido heterogéneo.

Es, también, generalizado el padrón de asentamiento caracterizado por una gran concentración de la población en un pequeño número de ciudades consideradas grandes —en relación con el contexto regional—,3 por un lado, y pocos habitantes distribuidos en un mayor número de localidades rurales, por otro (Secretaría de Gobernación y Secretaría de Desarrollo Social, 2007).

Buena parte de la región se ha poblado a través de importantes corrientes migratorias procedentes casi todas del centro y sur del país, lo que puede haberse reforzado en periodos de crisis económica en que la frontera se ha comportado como válvula de escape poblacional para el resto de México. Esto ha provocado presiones adicionales a los gobiernos locales al sobrepasar las posibilidades de brindar los servicios necesarios de infraestructura y equipamiento, lo cual se refleja en procesos de urbanización con ausencia de planeación en el mediano y largo plazos para las localidades de la región, así como en las problemáticas asociadas a ello.

El poblamiento se inició a través del desarrollo y crecimiento de sus ciudades, sin la mediación previa de un gran desarrollo agrícola o minero y, por lo tanto, fue de origen secundario y terciario, diferenciándose del centro y sur del país en ello. Es de destacar, también, que la peculiar forma de ocupación del territorio no estuvo determinada, en primera instancia, por políticas del gobierno central mexicano (Canales, 1995).

Uno de los condicionantes del poblamiento en la frontera a través de la migración y, con ello, el crecimiento demográfico de los asentamientos urbanos fronterizos, fue el auge agrícola norteamericano que propició el programa de braceros a comienzos del pasado siglo. Una de las características de dicho movimiento poblacional es que era de hombres de origen rural cuyos familiares no cruzaban hacia el país vecino y se quedaban residiendo en las localidades de la frontera mexicana (Zenteno, 1993).

Otros aspectos influyentes en la temática aquí tratada durante las décadas iniciales del pasado siglo fueron la entrada de EE.UU. en la Primera Guerra Mundial y el decreto de la Ley Seca, los cuales propiciaron el desarrollo de diversas actividades económicas, como el turismo y el comercio, en particular en la ciudad de Tijuana.

Estos sucesos dejaron de surtir sus efectos sociodemográficos benéficos, lo que requirió la intervención del gobierno, quien tomó medidas como el establecimiento de zonas libres con lo que, de nuevo, se incentivó, aunque de forma coyuntural, la economía fronteriza.

Más adelante, en la década de los 40, los norteamericanos se involucraron en la nueva conflagración mundial, lo cual requirió de mano de obra, bienes materiales y servicios; ello estimuló, otra vez, la migración y, vinculado a esto, el crecimiento urbano de la frontera con un nuevo programa de braceros; tiempo después, con el debilitamiento de éste, entre otros, surgieron nuevas propuestas gubernamentales, como el Programa de Industrialización Fronteriza, el cual posibilitó el surgimiento de la industria maquiladora de exportación que, de manera similar a otras políticas implementadas para el desarrollo de la región, tuvieron efectos económicos contraproducentes y, en el mismo sentido, afectaron el crecimiento urbano (Zenteno, 1993).

La concentración temprana de la población, sobre todo en localidades urbanas con gran vinculación socioeconómica y cultural con la región del suroeste norteamericano, condicionó la avanzada transición demográfica de la región de la frontera norte de México, esquema complejizado por las importantes corrientes migratorias que llegaron desde el resto del país.

Todo lo antes señalado incidió en la diferenciación socioeconómica regional y, relacionado a ello, la demográfica del territorio y los asentamientos de esta zona geográfica, que constituye el motivo de interés en este trabajo limitado a la llamada región de la frontera norte de México, la cual ha estado referida, en general, a los seis estados colindantes con el vecino país del norte,4 sin embargo, la heterogeneidad de la intensidad en la interrelación con EE.UU. y sus implicaciones han motivado a autores de varias instituciones a proponer diferentes regionalizaciones al interior de las mencionadas entidades de acuerdo con diversas dimensiones, entre las que se destacan la demográfica, laboral, productiva y cultural (Tuirán y Ávila, 2002).5

Distribución espacial de la población6

Entre los índices más utilizados en el presente tipo de análisis se encuentra la densidad poblacional, definida como el promedio de personas por kilómetro cuadrado, lo cual puede tener poco valor heurístico cuando está referido a unidades territoriales político-administrativas mayores, pues solo expresa promedios generales sin lograr detectar, en muchos casos, las zonas donde la concentración de habitantes alcanza valores específicos. Una alternativa para minimizar la referida limitación puede ser el que la densidad se exprese en unidades de superficie más pequeñas u homogéneas en cuanto a las formas de ocupación o explotación del suelo.

En relación con ello, la distribución de la población en la región de la frontera norte de México se visualiza en el mapa donde se aprecia una densidad de población rural inferior a 30 habitantes por kilómetro cuadrado, lo que representa una baja ocupación del territorio. Solo al sur de Nuevo León y Tamaulipas, así como en el este y sur de Sonora, la densidad rural es más elevada, lo que pudiera explicarse por la existencia en las mismas de condiciones naturales que contrastan con buena parte de la región, permitiendo el desarrollo de la agricultura u otras actividades económicas primarias.7


En la franja fronteriza no es posible visualizar (a través de la escala de trabajo del mapa aquí empleado para el indicador de densidad rural) un patrón definido, sin embargo, atendiendo a otros indicadores extraídos de las fuentes de información disponibles, se puede plantear la hipótesis —en particular válida para algunos territorios de la región— sobre la existencia de una ruralidad más moderna “…bajo la cual vivir en las zonas rurales no supone tan contrastantes limitaciones respecto a vivir en la ciudad, pues hay conexiones fluidas entre ambas zonas y en las dos se presentan condiciones de vida y equipamiento similares…” (Rodríguez, 2002).

Finalmente, el equipamiento y confort de las viviendas (según la información del Censo de Población y Vivienda, 2010) puede aportar ciertos elementos en el sentido antes planteado (ver cuadro 1). Como es posible apreciar, las diferencias relativas en la disponibilidad de bienes y servicios de las viviendas entre las zonas urbanas y rurales de la franja fronteriza son de poca magnitud si las comparamos con el resto de los municipios de la frontera, lo que hace sostenible, desde este punto de vista, la hipótesis de la existencia, en los municipios más cercanos a EE.UU., de una ruralidad de nuevo tipo que se acerca a las características que igualmente hacen ventajoso el residir en una u otra región (urbana o rural).

Otra información a la que se alude usualmente como indicador de nivel de vida es la referida a la disponibilidad de espacio en la vivienda. El grado de hacinamiento muestra menores valores en la franja fronteriza que en el resto de las municipalidades fuera de la misma; en igual sentido, las diferencias urbana-rural al respecto son menores en las unidades territoriales más cercanas a la frontera; así, las viviendas con dos personas o menos por habitación representan aproximadamente 70% en las localidades urbanas y en las no urbanas, poco menos de 67%, con apenas 3.5 puntos porcentuales de diferencia. Las residencias con mayor hacinamiento (más de cuatro personas por cuarto) son 6.7% en zonas rurales y 4.5% en áreas urbanas (INEGI, 2010).


Otra perspectiva para el análisis de la distribución de la población se refiere a la red de asentamientos según el tamaño de los mismos, ello para los residentes no dispersos. Al respecto, llaman la atención algunos indicadores que sugieren un comportamiento diferencial en la evolución, durante el último periodo censal (2000-2010), de las localidades de la franja fronteriza en relación con el resto de los estados del norte de México. Así, se aprecia en las entidades consideradas un incremento de la población residente en todas las categorías de asentamientos, en particular en las localidades grandes (de 100 mil a 499 mil habitantes). Las ciudades muy grandes en conjunto (Monterrey y su zona conurbada, así como Hermosillo, Chihuahua, Torreón y Saltillo) también aumentan su población, aunque en valores relativos de forma más discreta que el conjunto de las 18 localidades de 100 mil a 500 mil habitantes.

Por el contrario, en la franja fronteriza solo las ciudades de 500 mil y más habitantes crecieron de manera significativa, entrando a esta categoría Reynosa, Tamaulipas, y aumentando el peso relativo Tijuana, Ciudad Juárez y Mexicali, Baja California; lo que permite afirmar la preferencia de la población por las urbes muy grandes, mientras que en el resto de la zona fronteriza, más alejada de la frontera, la preferencia, al igual que en el resto del país, es compartida también con las ciudades medianas.

La mayor parte de las localidades continúan siendo, con muy poca variación, rurales,8 sin embargo, la población está muy concentrada en pocas urbes, por lo general grandes o muy grandes (de 100 mil y más habitantes), tendencia que se ha reforzado en la última década, en particular en los municipios de la franja fronteriza (ver cuadro 2).


El análisis de la distribución de la población en los distintos aglomerados urbanos a través del coeficientede Gini9 sugiere que, para la región fronteriza en conjunto, la población se encuentra distribuida de forma más desigual que en el resto de México, aspecto que es común para los seis estados de la frontera norte, particularmente en Chihuahua y Baja California. En la franja fronteriza, dicha situación es aún más aguda, sin embargo, en el último periodo intercensal, el ritmo de crecimiento de la desigual distribución de la población (medido a través del coeficiente de Gini) se ha hecho más lento con respecto a la región frontera norte; así, mientras en ésta la concentración se incrementó 9.1%, en el caso de la franja fronteriza fue de solo 1.1% (ver gráfica 1).


La desigual distribución con alta concentración de la población en pocas localidades en la franja fronteriza puede tener como consecuencias no deseadas, entre otras, la limitación del desarrollo regional a solo una parte del territorio, en detrimento de las otras zonas hacia donde fluyen menores recursos gubernamentales por contar con menos residentes. En el plano positivo, ello permite el desarrollo de servicios muy especializados en algunos puntos de la región, lo cual, por lo general, solo es posible en las zonas metropolitanas con alta o muy alta concentración poblacional.

Centrando la atención en las ciudades de 100 mil y más habitantes, donde residen casi cuatro de cada cinco pobladores de esta zona y cinco de cada seis de los que habitan en las zonas urbanas, se aprecia que el crecimiento poblacional de dichas localidades de la región fronteriza ha sido variable y diferencial en relación con el del resto del país (ver gráfica 2), lo cual puede estar vinculado a eventos económicos y políticos que afectaron a México en general, o a la frontera de manera particular, e incidieron en la migración hacia la región y, por lo tanto, en el crecimiento de las ciudades de la misma.10


En este sentido, Tito Alegría (en Garza, Gustavo y Martha Schteingant, 2010) plantea que las ciudades fronterizas crecen en mayor medida cuando las diferencias económicas entre EE.UU. y México se incrementan, lo que trae como consecuencias una mayor inversión estadounidense y, con ello, una mayor generación de empleos en las ciudades fronterizas, lo que eleva la atracción para los migrantes del resto de México. También, destaca el reforzamiento de las políticas migratorias restrictivas por parte del país vecino, lo cual hace que una parte importante de potenciales migrantes internacionales tengan que quedarse residiendo en esta frontera mexicana.

Otra hipótesis que sostiene Alegría (2010) es que el crecimiento en las ciudades de la frontera se comporta inversamente del salario y el empleo en el resto de México y que es por ello que el periodo de bonanza económica de la década de los 40 a la de los 60 se reflejó en el sentido antes señalado en detrimento de la urbanización en el norte del país, y que a partir de 1980 hasta la fecha los indicadores macroeconómicos, el salario real y el empleo descendieron de manera significativa, lo cual redundó de forma positiva en el crecimiento de las urbes de la frontera norte. Esto corresponde, en sentido general, con lo observado para las ciudades mayores de la llamada franja fronteriza.

Así, de 1950 a 1960, las mayores tasas promedio de crecimiento poblacional de las ciudades de más de 100 mil habitantes de México se registraron en los estados norteños, sobre todo en la franja fronteriza, destacando Mexicali y Ciudad Juárez, situación que cambió para la siguiente década en la que las localidades grandes del resto del país presentaron el mayor crecimiento demográfico, aunque en ninguna de las fronterizas se observó decremento, lo que las diferencia de algunas del resto de México. En este periodo destacaron, por su elevado incremento de habitantes, Tijuana y Monterrey en la región fronteriza.

De 1970 a 1980 fue en la franja fronteriza donde se registraron los más bajos valores promedio de la tasa de crecimiento de las ciudades grandes. En los estados fronterizos se presentaron valores más bajos que la media nacional, pero ninguno negativo, lo que sí se apreció para algunas localidades del resto del país. En la siguiente década (1980-1990), la situación se mantuvo de manera similar, equilibrándose en buena medida el crecimiento medio de los diferentes niveles territoriales analizados. En la franja fronteriza destacó el crecimiento de la ciudad de Tijuana con una tasa de poco menos de 4%, mientras que Mexicali, Nogales, Ciudad Juárez, Matamoros, Piedras Negras y Reynosa también crecieron, pero en menor medida que la metrópoli bajacaliforniana.

Los años finales del siglo pasado marcaron un nuevo auge del crecimiento de las grandes ciudades en la región más cercana a EE.UU., destacando Tijuana y Ciudad Acuña y, aunque con un crecimiento ligeramente inferior, Reynosa, Ciudad Juárez, Matamoros, Piedras Negras y Nogales, situación que se ha seguido apreciando en la década recientemente concluida, aunque la tasa de crecimiento medio de las localidades de más de 100 mil habitantes se ha atenuado de forma ligera.

Es destacable que en las 10 ciudades de más de 100 mil habitantes se concentra 80% de la población total de la franja fronteriza, la cual, como se apreció con anterioridad, es básicamente urbana. En igual sentido, en tres de las seis entidades del norte (Baja California, Chihuahua y Tamaulipas), la ciudad primada se encuentra en la franja fronteriza, mientras que Monterrey, Nuevo León —aun cuando está fuera del límite territorial aquí señalado—, presenta una fuerte interrelación con Estados Unidos de América.

En la jerarquía urbana del sistema regional de ciudades, si bien continúa incrementándose el número de municipios que integran la zona metropolitana de Monterrey, ésta ha perdido ligeramente su primacía en los últimos años ya que, mientras en 1970 tenía 1.51 veces más población que las dos ciudades que le sucedían en importancia por el número de habitantes en la frontera norte (Ciudad Juárez y Mexicali), en la actualidad es solo 1.36 veces más grande en conjunto a las dos urbes millonarias de la región: Tijuana y Ciudad Juárez.

Otro aspecto de interés es que a nivel estatal se observan otros modelos de primacía —aparte de la más clara monocefalia en Nuevo León, donde se hace evidente la importante concentración poblacional en Monterrey y su área conurbada, así como Sonora, donde Hermosillo se destaca del resto de las agrupaciones urbanas—, como la bicefalia en Baja California con Tijuana y Mexicali; en Chihuahua, donde presenta la supremacía poblacional de Ciudad Juárez y la ciudad capital del estado; Coahuila de Zaragoza, con Saltillo y Torreón; además de Tamaulipas con Reynosa y Matamoros, aunque Nuevo Laredo también alcanza un tamaño poblacional significativo y en ascenso, por lo que la tendencia es a una tricefalia.

La comparación del crecimiento poblacional de las localidades fronterizas en el periodo intercensal más reciente, de acuerdo con su tamaño poblacional (ver cuadro 3), permite plantear que la población rural creció de manera muy discreta en los municipios no fronterizos y decreció muy fuerte en los colindantes con la línea divisoria entre los dos países. De igual forma, es destacable que, en la franja fronteriza, solo en las ciudades de mayor tamaño poblacional el número de residentes se incrementó de manera muy significativa en el último periodo censal, lo que puede estar sugiriendo un importante desplazamiento rural-urbano y urbano-urbano hacia las urbes mayores.


Por último, resulta de interés conocer cómo ha variado de manera diferencial la tasa de crecimiento poblacional en el periodo 2000-2010 (ver gráfica 3). La población rural de la franja fronteriza ha crecido poco, pero en mayor grado que la asentada en el resto de la zona fronteriza. En similar sentido, las localidades medianas y muy grandes presentan una tasa de crecimiento muy superior, cercana a las de la frontera, mientras que las de tamaño grande (100 mil a 499 999), ubicadas fuera de la franja fronteriza, presentan una tasa de crecimiento más elevada de manera significativa a las localidades de igual tamaño localizadas en la franja fronteriza. Ello puede estar sugiriendo que la inmigración se asienta en su mayoría en las ciudades muy grandes o medianas de la región más cercana a la frontera norte, así como en las zonas rurales de la misma; no obstante, este corolario requeriría de una investigación más amplia en posteriores análisis al respecto.


Conclusiones

Con lo presentado en el actual artículo se brinda una visión del poblamiento y de las problemáticas de la distribución espacial de la población en la frontera norte de México, evidenciando algunas relaciones que se establecen entre el espacio y los aspectos demográficos. Entre los planteamientos que se pueden realizar acerca de ello destacan la correspondencia de una transición urbana avanzada que corresponde con una transición demográfica que se puede calificar en igual sentido, aunque con ciertas particularidades, aspecto al que se adelanta con respecto a la generalidad del resto de la República. En ello puede haber incidido la mayor cercanía o interrelación con EE.UU. y el tipo de poblamiento preponderantemente urbano.

En este sentido, es necesario destacar que, aunque el significativo crecimiento poblacional de las zonas urbanas se ha dado gracias a la inmigración, en la actualidad el crecimiento natural por natalidad está incrementándose en similar grado, proveniente en particular de las personas más jóvenes, las cuales están jugando un papel de importancia al respecto (González, 2013).

Según evidencias existentes, el proceso de urbanización que se aprecia en la región implica no solo el residir en zonas definidas como urbanas sino, también, el habitar en regiones rurales que disponen de los servicios que permiten mantener las formas y niveles de vida similares a los centros urbanos, lo cual es uno de los fenómenos importantes que parece estar experimentándose. A pesar de ello, la urbanización continúa estudiándose de forma parcial, tomando en cuenta solo lo relacionado con la convivencia en los lugares clasificados como urbanos y no de forma más comprehensiva al incluir las zonas rurales con formas de vida urbanas.

En la actualidad, el patrón de asentamientos humanos del país se caracteriza por una gran concentración de la población en pocos centros urbanos y una acentuada dispersión en numerosas y pequeñas localidades, las que generalmente están asociadas a condiciones de pobreza, marginación y rezago demográfico, lo que parece manifestarse de forma diferente en estas zonas fronterizas del país.11 Tanto la concentración urbana como la dispersión rural plantean retos para el desarrollo regional, por lo que el conocimiento de la distribución poblacional, según esta dicotomía del tipo de lugar de residencia, es fundamental para la formulación de programas de desarrollo y reordenamiento territorial de la población.

En el comportamiento del crecimiento demográfico regional, presumiblemente diferencial de acuerdo con el tamaño de la localidad de residencia, deben considerarse además de la fecundidad, la mortalidad y las migraciones, las condiciones socioeconómicas, políticas y culturales que, en última instancia, son las que condicionan a las variables demográficas señaladas; en ello intervienen aspectos de orden nacional y binacional.

Lo expuesto son aspectos que, a grandes rasgos, pueden dar una visión fundamentada de las peculiaridades de las problemáticas asociadas a la distribución espacial de la población en la importante región de la frontera norte de México, llamando la atención a la vez sobre la necesidad de ampliar los análisis de las temáticas poblacionales que involucren la dimensión espacial en este peculiar contexto del país.

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1 La definición de las localidades como urbanas se establece en los censos de población de los países atendiendo a diferentes criterios de clasificación, como: los cuantitativos, aspectos infraestructurales y/o servicios, tipo de actividad socioeconómica dominante de los residentes, posición político-administrativa de la localidad o la denominación asignada por decreto legal como urbano de la misma, entre otros aspectos. En algunos casos se combinan dos o más de los referidos criterios.

2 Esto puede ser tomado de manera general, pues ésta es una región heterogénea; así se señalan, por ejemplo, diferencias entre los estados fronterizos del noroeste y el noreste en cuanto a los procesos económicos y sociales que experimentaron a través del tiempo y su incidencia en la configuración de los sistemas territoriales actuales. Mientras Baja California, Sonora y Chihuahua se mantuvieron por mayor tiempo menos poblados, con una casi nula comunicación terrestre con el resto de México y escasa diversificación económica, en los estados del noreste —en particular Nuevo León— el aislamiento del resto del país se hizo menos evidente con la construcción del ferrocarril que unía a Monterrey con el centro de la República. Resultó también más temprano el pujante desarrollo industrial y de la agricultura de exportación hacia el noreste de la frontera mexicana (Secretaría de Gobernación y Secretaría de Desarrollo Social, 2007).

3 La clasificación de las localidades como pequeñas, medianas, grandes, etc. según el número de residentes en las mismas es convencional y, por lo tanto, variable de acuerdo con el contexto tomado en cuenta y el criterio de la institución o el analista. Así, por ejemplo, las aquí señaladas como grandes son consideradas como medianas en el entorno nacional mexicano.

4 Baja California, Sonora, Chihuahua, Coahuila de Zaragoza, Nuevo León y Tamaulipas.

5 Algunos autores, Mendoza (2002) por ejemplo, destacan como zonas más interrelacionadas con EE.UU. básicamente las que se encuentran en torno a corredores viales entre México y el referido país del norte, mientras otros investigadores hacen hincapié en la cercanía a Estados Unidos de América (Zenteno y Cruz; 1992).

6 Para reflejar los aspectos presentados a continuación, se tomó información de fuentes primarias, como el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI) y el Consejo Nacional de Población (CONAPO), la cual ha sido procesada y presentada a través de tabulaciones, gráficos, mapas e indicadores elaborados por los autores de este artículo siguiendo diferentes metodologías desarrolladas en los campos de la geografía y la demografía.

7 Las zonas naturales no propicias a que se hacen referencia serían, básicamente, el desierto de Sonora, la cordillera de la Sierra Madre en Chihuahua y los humedales de Tamaulipas, que se encuentran fuera de las áreas referidas, ocupando en conjunto una importante parte del territorio fronterizo.

8 En la región fronteriza poco más de 10% de la población reside en zonas con menos de 2 500 habitantes lo que, según el criterio seguido en el país, se denominan como localidades rurales: en la franja fronteriza dicha proporción se reduce de forma apreciable.

9 El coeficiente de Gini es uno de los indicadores matemáticos más conocidos en el análisis de los ingresos de la población, sin embargo, también puede ser utilizado en el estudio de otras problemáticas, en este caso para medir la distribución de la población en los distintos aglomerados, relacionando las proporciones acumuladas de localidades según tamaño de las mismas con la población en ellas residentes. Para la interpretación de la referida medida, se puede plantear, a grandes rasgos, que la máxima equidad distributiva de la población en las localidades de diferente tamaño se presentaría un valor del índice de 0 y a medida que se aleja de dicho valor y se acerca a 1 sugiere una mayor desigualdad o concentración de la población en una o pocas localidades.

10 No obstante, es de señalar que los procesos demográficos poseen su propia dinámica, por lo que no es totalmente seguro establecer, en muchos casos, una relación directa entre los aspectos referidos.

11 Esto puede manejarse como un supuesto duro en tanto no se analicen más indicadores al respecto sustentados en mayores desarrollos teóricos.

 

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Fuentes

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