Un modelo espacial de desigualdad de género sobre trabajo no remunerado en México

 

A Spatial Model for Gender Inequality
in Unpaid Work in Mexico

 

Mauricio Rodríguez Abreu* y Brígida García Guzmán**
* Universidad de las Américas Puebla, México, mauricio.rodriguez@udlap.mx

** El Colegio de México, México, bgarcia@colmex.mx

 

Vol.11 Núm.1 – Epub                                                                    Un modelo espacial… – Epub

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Con base en la Encuesta Intercensal 2015, realizada por el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), en este artículo inicialmente verificamos las brechas de género referidas al trabajo doméstico y de cuidado a nivel municipal, las cuales han sido subrayadas por estudios previos en el ámbito nacional. En la parte central del texto buscamos establecer los factores asociados a las diferencias de género. Partimos del supuesto de la dependencia espacial usando modelos que permiten incorporar no solo la información de cada municipio, sino la posibilidad de asociaciones espaciales con los más cercanos. Entre nuestros resultados destacamos que, a medida que aumenta la participación femenina en el mercado de trabajo, disminuyen las asimetrías entre géneros en el ejercicio del trabajo doméstico y de cuidado, teniendo en cuenta una serie de aspectos intervinientes. Si esto se debe al mayor involucramiento de los varones en la vida doméstica, a la reducción del tiempo que invierten las mujeres en el trabajo no remunerado o a ambos aspectos, consideramos que es un punto de partida muy importante para seguir profundizando con análisis futuros.

Palabras clave: trabajo no remunerado; desigualdades de género; modelos estadísticos espaciales.

Based on the Intercensal Survey of 2015, in this article we initially verified the gender gaps related to domestic work and care at the municipal level, which have been underscored by previous studies at the national level. In the central part of the text we seek to establish the factors associated with gender differences. We start from the assumption of spatial dependence, using models that allow us to incorporate not only the information of each municipality, but the possibility of spatial associations between nearby municipalities. Among our results, we highlight that as the participation of women in the labor market increases, the asymmetries between genders in the exercise of domestic and care work diminish, taking into account a series of intervening aspects. Whether this is due to the greater involvement of males in domestic life, to the reduction of the time that women invest in unpaid work, or both, we consider this an important point of departure to be studied in depth in future analyses.                                                                                                                                                                                         

Key words: unpaid work; gender inequalities; spatial statistical models.

Recibido: 9 de abril de 2019.
Aceptado: 6 de septiembre de 2019.


Introducción

México ha sido reconocido por su avance en la agenda de igualdad de género en términos de esfuerzos institucionales y normativos (ONU Mujeres, 2015). Sin embargo, a pesar de este progreso, la desigualdad sigue siendo una realidad palpable en el país y las asimetrías a niveles estatal y municipal son muy pronunciadas. Por esta razón, y con el propósito de contribuir a monitorear los compromisos suscritos en los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) y la Agenda 2030, es importante actualizar el conocimiento existente sobre diversas dimensiones de esta desigualdad de género, así como sus factores asociados.

La distribución desigual del trabajo doméstico y de cuidado no remunerado entre mujeres y hombres ha sido ampliamente señalada como un obstáculo importante para el avance de la igualdad de género; en los últimos años se han realizado muchos esfuerzos para obtener información y analizar la participación de ambos en este tipo de actividades. En México, es posible estudiar aspectos particulares de la división sexual del trabajo con datos que se recopilan de forma regular en encuestas de hogares y de uso del tiempo. Además, en la Encuesta Intercensal (EI) 2015 se formularon por primera vez varias preguntas que nos permiten enriquecer nuestro conocimiento acerca de las actividades domésticas y de cuidado en el hogar en el ámbito municipal.

En un trabajo previo que llevamos a cabo con la EI pudimos identificar las desigualdades entre hombres y mujeres en lo que respecta a actividades particulares en el caso de más de 2 400 municipios mexicanos, como las tareas domésticas de cocinar, lavar y planchar, además del cuidado de niños(as) y personas discapacitadas, enfermas y mayores de 60 años de edad (Rodríguez y García, 2018).

Ahora, nuestro objetivo en este artículo es avanzar en el conocimiento de los procesos socioeconómicos asociados con la distribución desigual de actividades domésticas y de cuidado que ya hemos detectado en el ámbito municipal. Nos interesa, de manera primordial, explorar tanto el efecto del avance en la urbanización y metropolización del país como los logros alcanzados por las mujeres en términos educacionales y laborales, los cuales, por lo general, se supone que impactan en su autonomía para actuar de manera independiente y según intereses propios.

En la primera sección de este documento presentamos información de antecedentes sobre el trabajo no remunerado (y remunerado) en México, así como las características principales de la EI 2015 y el tipo de preguntas incluidas en ella; enseguida, analizamos las distribuciones entre hombres y mujeres en lo que respecta a la participación y el tiempo dedicado a las tareas domésticas no remuneradas y las actividades de cuidado en las distintas regiones del país; en esta parte, nuestro objetivo particular es hacer hincapié en aquellas que presentan desigualdad alta y baja.

En la segunda, procedemos a analizar la asociación entre la desigualdad de género en el trabajo no remunerado y una serie de características que hemos podido estimar o localizar para los municipios mexicanos, siguiendo los propósitos mencionados arriba. Los aspectos específicos cuya influencia analizaremos son: la condición metropolitana del municipio, su marginación, la razón de dependencia demográfica, la presencia de población indígena, los logros educativos y la participación laboral femenina, así como la importancia de los hogares encabezados por mujeres. Es importante indicar que la selección de estos rasgos o factores condicionantes se basa tanto en la revisión bibliográfica que sistematizamos más adelante como en la disponibilidad de datos para el ámbito municipal mexicano. Los métodos estadísticos utilizados en el análisis son modelos de rezago espacial, cuyas principales características se detallan en esta parte del artículo. En la discusión de los resultados, enmarcamos los hallazgos en el conocimiento previo y enfatizamos la contribución que este tipo de enfoque espacial puede aportar. También, tenemos un interés especial en señalar indicaciones útiles para la eventual modificación de las disparidades de género a nivel local. Como tercera y última sección, se presentan las conclusiones.

Antecedentes

La investigación sociodemográfica en la temática del trabajo no remunerado en México se ha expandido de forma significativa en las dos primeras décadas de este siglo debido, en cierta medida, a la ampliación de la información existente al respecto. Algunos estudios se han centrado en la evaluación de la calidad de los datos recopilados y otros han contribuido a la estimación del valor económico de las actividades domésticas y de cuidado. Además de lo anterior, la investigación actual ha precisado las cargas totales de trabajo (remuneradas y no remuneradas) de mujeres y hombres que pertenecen a diferentes grupos poblacionales, los cuales enfrentan distintas circunstancias familiares e individuales. También, han recibido especial atención las limitaciones que se le presentan a la mayoría de las mujeres que son responsables del trabajo no remunerado con respecto a sus opciones en el mercado laboral (ver García, 2019).

Según la Encuesta Nacional sobre el Uso del Tiempo (ENUT) 2014, la carga laboral total (remunerada y no remunerada) de las mujeres en México supera a la de los hombres en aproximadamente 13 horas por semana, en promedio; esta cifra es similar a la obtenida con la Encuesta del 2009. Nuestro país suele ocupar los primeros lugares en América Latina en términos de horas dedicadas al trabajo doméstico y de cuidado, pero debe recordarse que estas estadísticas internacionales en la región no se basan en instrumentos de recopilación de información homogéneos (García, 2019; Arriagada, 2017).

¿Qué se ha encontrado o se plantea en términos conceptuales para explicar las diferencias entre mujeres y hombres en relación con el ejercicio del trabajo no remunerado? Un primer aspecto que por lo general se indica es que en las áreas rurales y más empobrecidas prevalecen ideas y comportamientos más tradicionales en lo que toca a la división sexual del trabajo y que, en el contexto urbano y en los estratos de la población más favorecidos, estas conductas han empezado a modificarse. De conformidad con estos planteamientos, existe alguna evidencia en el caso de México hacia comienzos de este siglo de que las mujeres de los hogares más pobres tienen una mayor carga de trabajo en comparación con otros estratos de ingresos, en especial en las áreas rurales (INMUJERES, 2005).

Respecto a características personales, la escolaridad —tanto de mujeres como de hombres— ha sido señalada como un rasgo de particular importancia en la eventual modificación de los patrones prevalecientes en la división sexual del trabajo. Varios estudios encuentran que los hombres más jóvenes (menores de 40 años de edad) y los más escolarizados (que tienen secundaria y niveles más altos de estudios) reportan mayor cantidad de horas dedicadas al trabajo doméstico y de cuidado. Asimismo, es frecuente que la escolaridad femenina se considere estratégica para alcanzar mayor autonomía (actuación de manera independiente y según intereses propios), así como el eventual empoderamiento femenino (cuestionamiento del poder y control de los diferentes tipos de recursos) (ver Granados, 2013; Rivera y Hernández Jabalera, 2014; Rodríguez y García, 2014; Rojas y Martínez, 2014; Galindo, García y Rivera, 2015).

Ahora bien, una gran cantidad de investigaciones en las últimas dos décadas, tanto en México como en el ámbito internacional, han abordado las posibles formas en que la participación de las mujeres en el mercado de trabajo puede influenciar la división sexual del trabajo en sus hogares. En nuestro caso, este es un tema en particular controvertido porque las mujeres no siempre trabajan por un salario y en lugares espacialmente separados de sus unidades domésticas. Además, se debería tomar en cuenta que la asimetría entre los géneros podría reducirse con la participación laboral femenina, tanto porque los varones compartiesen un mayor número de estas actividades como por la posibilidad de que las mujeres económicamente activas hiciesen menos tareas domésticas y de cuidado. Veamos algunos de los argumentos y evidencias existentes desde ambas perspectivas.

En una investigación anterior realizada por García y Oliveira (2006) para las áreas metropolitanas de México y Monterrey hacia finales de la década de los 90, se recolectó una gran cantidad de información sobre la división sexual del trabajo y los factores posiblemente asociados en los hogares de estas dos ciudades por medio de encuestas probabilísticas. Mediante la aplicación de herramientas estadísticas que tuvieron en cuenta una serie importante de variables intervinientes, se llegó a la conclusión de que la experiencia laboral de las mujeres casadas o unidas era un aspecto que se asociaba de manera significativa con la participación de los esposos en las tareas domésticas y de cuidado, así como con la presencia de las esposas en las decisiones importantes y en su libertad de movimiento. El hacer aportaciones al presupuesto familiar, así como el ejercer ocupaciones más calificadas y el significado que es posible atribuir al trabajo extradoméstico como un factor de independencia y superación personal, también se asociaron de manera importante con la participación del esposo en el trabajo no remunerado.

De esta manera, ese estudio permitió corroborar algunas hipótesis planteadas por investigaciones previas donde se apuntaba que no necesariamente es el trabajo extradoméstico en sí el que puede facilitar cambios en la vida de las mujeres, sino que hay que considerar otros aspectos, como el tipo y lugar del trabajo desempeñado, la experiencia laboral y no solo la participación en un momento en el tiempo, así como el control de los recursos económicos o las aportaciones al presupuesto familiar. Se trata de una serie de puntos para los que no contamos con la información necesaria en nuestro trabajo, pero los mencionamos para señalar la complejidad de las relaciones que buscamos establecer.

En investigaciones recientes para el ámbito nacional con datos de encuestas de uso del tiempo, también se han destacado las situaciones en las que la ocupación de las esposas se asocia con un mayor involucramiento de los varones en las tareas domésticas y de cuidado —además de aspectos como la juventud, la mayor escolaridad masculina y la pertenencia a los estratos sociales más favorecidos, como vimos con anterioridad—; por ejemplo, Rojas y Martínez (2014) reportan que la ocupación asalariada de las esposas es la que se asocia con una mayor colaboración de los esposos en las tareas no remuneradas (ver Rodríguez y García, 2014).

En el contexto de países como Estados Unidos de América (EE. UU.) también se ha reportado que el estatus de la mujer empleada suele estar asociado con un aumento en la participación de su esposo en las tareas del hogar y que las mujeres que ganan más gozan de una división del trabajo más equitativa en sus hogares (ver Coltrane y Shih, 2010). Los hallazgos anteriores se refieren al comportamiento de los esposos o cónyuges en situaciones donde se modifica en alguna medida la división sexual del trabajo en sus unidades domésticas.

Y, ¿qué sabemos sobre el trabajo doméstico y de cuidado que llevan a cabo las mujeres que también desempeñan labores remuneradas? En el caso mexicano, se ha hecho hincapié en una gran cantidad de estudios en la sobrecarga de trabajo que esto implica y contamos con estimaciones precisas de la carga global que enfrentan estas mujeres, en especial cuando pertenecen a los estratos sociales más pobres y vulnerables (ver García y Pacheco, 2014).

Pero, más allá de este insoslayable fenómeno, también se han comenzado a desbrozar los aspectos que pueden llevar a modificar la cantidad de trabajo doméstico y de cuidado que desempeñan las mujeres que llevan a cabo, además, una labor remunerada. Sánchez (2014), con información de encuestas de ingresos y gastos, analizó esta problemática para las parejas de doble ingreso en el ámbito nacional. Con información del 2010, se llegó a la conclusión de que estas realizan menos horas de labores domésticas y de cuidado que en el resto de los hogares nacionales y precisó que los siguientes aspectos llevan a disminuir el trabajo no remunerado femenino: el número de horas de labor extradoméstica, el mayor aporte económico al hogar, el nivel educativo de las mujeres, así como el trabajo de otros integrantes de los hogares y la contratación de empleadas domésticas.

En el caso de países desarrollados como EE. UU. (ver Coltrane, 2000; Coltrane y Shih, 2010), también se ha registrado que las mujeres empleadas hacen hasta un tercio menos de trabajo en el hogar que aquellas que no están laborando, lo cual respalda —según estas autoras— las hipótesis que plantean que la disponibilidad de tiempo y los recursos relativos que se poseen influencian la negociación que se establece en la repartición del trabajo no remunerado. No obstante, también se ha encontrado en el caso norteamericano que estas reducciones atañen, sobre todo, al trabajo doméstico y no al cuidado de los hijos propiamente dicho (ver Bianchi et al., 2006).

A partir de estos antecedentes hemos diseñado nuestro estudio, basado ante todo en la información proporcionada por la EI 2015 y otras fuentes que se presentan en las siguientes páginas. Se debe tener en cuenta que los hallazgos mencionados para México se refieren al país como un todo o a localidades rurales y urbanas de diferentes tamaños que son el nivel de desagregación que establece la gran mayoría de las encuestas llevadas a cabo en el país. Desde esta perspectiva, la EI permite avanzar en nuestro conocimiento de las relaciones planteadas sobre la distribución sexual del trabajo a nivel municipal, lo cual representa una de las principales contribuciones que buscamos hacer.

Estrategia metodológica

Durante marzo del 2015, el INEGI introdujo en la EI un módulo referente al trabajo no remunerado, aplicado a toda la población de 12 años de edad o más, que recopiló información sobre ocho tipos de actividades en el ámbito municipal: 1) Ayudar a personas con discapacidades; 2) Cuidar a las personas enfermas que necesitan cuidados especiales; 3) Asistir a una niña o niño sano menor de 6 años de edad; 4) Asistir a una niña o niño saludable de 6 a 14 años de edad; 5) Asistir a alguien de 60 años de edad o más que requiera atención continua; 6) Preparar o servir comida para la familia; 7) Limpiar la casa, lavar o planchar la ropa de la familia; 8) Hacer compras para comida o limpieza.

El diseño estadístico de la EI 2015 es conveniente para el presente análisis, ya que permite estimar la participación, así como el número de horas asignadas a cada una de las actividades mencionadas por parte de mujeres y hombres en los estados y municipios del país (INEGI, 2015). Para cada una de ellas, primero calculamos:

  • Razón de participación: porcentaje de las mujeres reportando algún tiempo en la actividad, dividido entre el porcentaje de hombres reportando tiempo en la misma actividad.

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  • Razón de horas: promedio de horas semanales de mujeres en la actividad, dividido entre el promedio de horas semanales de hombres en esa actividad.

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Estos cálculos nos permitieron, de inicio, identificar las tareas en las que se observan las mayores y menores desigualdades. Luego, para conocer las agrupaciones de municipios con alta y baja desigualdad, calculamos el Índice de Moran para identificar la correlación espacial. Cabe señalar que, mientras la correlación estadística tradicional indica la asociación entre dos o más variables, la autocorrelación espacial comprende la relación de una variable presente en varias unidades espaciales y una medida de proximidad geográfica definida para todos los pares de unidades (Getis, 2008). La medida de autocorrelación espacial está dada por:

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donde wij es una matriz de distancias espaciales; yi y yj corresponden a cada par de unidades espaciales.

En un momento subsecuente, procedimos a ajustar una serie de modelos espaciales para la relación M/H en las dos dimensiones de participación y horas. Cuando se modelan procesos espaciales (como lo indican los valores observados del Índice de Moran), no se cumplen los supuestos básicos de los modelos de mínimos cuadrados más usuales con respecto a los residuos y la independencia. Esto es una consecuencia de la estructura espacial de los datos donde las regiones con altos valores de desigualdad pueden estar rodeadas por otras con la misma situación, lo que resulta en autocorrelación positiva o, en algunos casos, zonas de alta desigualdad pueden tener áreas vecinas con baja desigualdad, por lo tanto, resulta en una autocorrelación negativa. Una alternativa a los modelos de mínimos cuadrados es dar cuenta de la asociación espacial en nuestra variable dependiente utilizando modelos de rezago espacial. Estos suponen que la estructura de los datos presenta un efecto en el que los valores observados en un área específica se asocian con los de las zonas vecinas. Asimismo, permiten observar las relaciones entre las distintas regiones en términos de desigualdad. La interpretación de estos modelos no es tan diferente de la idea de autocorrelaciones de series de tiempo en términos de variables independientes (Anselin y Bera, 1998). Formalmente:

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donde β0, β1 y xi representan un componente similar a una regresión lineal tradicional. El valor asociado a la matriz de distancias espaciales para cada unidad yi (que se identifica en el modelo como ρ) señalará la autocorrelación espacial que está presente en el modelo. Los valores positivos del parámetro ρ indicarían que una región tendrá valores altos en la variable de interés, si las unidades vecinas tienen, en promedio, valores altos en la misma variable; es decir, ρ puede ser interpretado como el parámetro espacial, el cual determina si el modelo espacial aporta mayor información que uno de mínimos cuadrados ordinarios. Por último, el término Ɛi representa el error.

De esta manera, ajustamos una serie de modelos de rezago espacial para explicar las relaciones M/H observadas en la participación y las horas invertidas en las distintas actividades, teniendo en cuenta algunas variables que se plantean como asociadas con una mayor o menor desigualdad de género y que nos fue posible localizar en el ámbito municipal.[1] Estas variables son: condición metropolitana, que define al municipio como no metropolitano o metropolitano según se hayan clasificado en la delimitación de zonas metropolitanas de México[2] (CONAPO, SEDATU e INEGI, 2018) y según el tamaño de su población; porcentaje de población indígena, basado en la prevalencia del idioma; relación mujeres/hombres en la población con escolaridad de secundaria completa; relación mujeres/hombres en la participación en la fuerza de trabajo; proporción de hogares encabezados por mujeres; índice de marginación municipal 2015 (CONAPO, 2016); y razón de dependencia demográfica. Por último, para cada uno de los modelos ajustados, incluimos la prueba de razón de verosimilitud para saber si estos modelos espaciales proporcionan un mejor ajuste que los ordinarios de mínimos cuadrados.

Principales resultados

El cuadro 1 muestra los porcentajes de participación en las diferentes actividades no remuneradas, el tiempo promedio semanal dedicado a ellas en términos de horas y la razón entre mujeres y hombres para ambos temas. Los valores superiores a la unidad indican en qué porcentaje la participación o el número de horas que las mujeres dedican a actividades no remuneradas son mayores que las de los hombres y los inferiores, la situación inversa.

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De inicio encontramos que 57% de los hombres y 89% de las mujeres declararon participar en algún tipo de actividad no remunerada. Al mismo tiempo, los hombres que participaron en estas actividades invirtieron poco menos de 20 horas a la semana, mientras que las mujeres, casi 49 horas. Estas primeras cifras siguen algunas tendencias ya conocidas para la segunda década del siglo XXI. Si bien la participación de las mujeres en el total de las actividades no remuneradas es 55% mayor que la de los hombres, se debe hacer hincapié en que el tiempo dedicado a estas actividades es mucho más elevado (150%) que el de sus contrapartes masculinos. El cuadro 1 nos permite, también, ratificar que las brechas de género se maximizan en las tareas domésticas de preparación de alimentos y de higiene del hogar; pero, ¿cómo se visualizan estas diferencias cuando analizamos la distribución de todas las actividades en el territorio nacional?

Los mapas 1 y 2 muestran las razones M/H en términos de participación en actividades no remuneradas, así como el tiempo destinado a ellas a nivel municipal. Con base en estos resultados, primero confirmamos que la desigualdad entre hombres y mujeres en la preparación de alimentos y en la limpieza de la casa, así como en el cuidado de niños menores de 14 años de edad, es muy clara a lo largo de gran parte del territorio nacional (color naranja oscuro en los mapas). Se observa un patrón similar (rojo más oscuro) para el tiempo dedicado a estas tareas. No cabe duda, entonces, de que estas actividades, por tradición reservadas a las mujeres, están muy arraigadas en México. Sin embargo, también es necesario apuntar que el análisis espacial nos permite identificar un número significativo de municipios contiguos en el norte del país y, parcialmente, en la península de Yucatán, en los cuales existe una menor desigualdad en las tareas de preparación y servicio de alimentos.

Respecto a las actividades de cuidado, es muy importante indicar que encontramos una desigualdad relativamente menor entre hombres y mujeres en la atención a personas con alguna discapacidad, enfermos y adultos mayores (mapas con colores más claros), y que el análisis geográfico indica que algunas de estas tareas están distribuidas de manera más aleatoria en el territorio nacional (ver cuadro 2). Aunque se trata de actividades que involucran por ahora a un pequeño número de personas, es probable (y deseable) que se amplíen con el envejecimiento progresivo de la población. Este resultado podría constituir un punto de partida importante para el diseño de acciones que buscaren promover más responsabilidades compartidas entre hombres y mujeres (ver Rodríguez y García, 2018).

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Definición de las características espaciales

Al modelar procesos espaciales, es importante determinar el tipo de matriz de contigüidad y distancias espaciales que serán utilizadas. En el presente análisis definimos los criterios de cercanía a utilizar, tal, que todos los municipios limítrofes y aquellos que comparten una arista fueren incluidos como municipios vecinos, esto es conocido como de reina[3] y resulta adecuado ante la diversidad de trazos observados en los municipios del país. Este criterio resulta en 2 458 municipios con 14 368 enlaces y un promedio de 5.85 municipios vecinos. En el mapa 3 se muestran los enlaces de la proximidad definida.

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Usando la información relativa a las razones M/H en los dos indicadores analizados, se estimaron los valores para el Índice de Moran, el cual indica la existencia de asociaciones espaciales; los cercanos a la unidad significan que municipios con valores por arriba (o abajo) de la media nacional se encuentran rodeados por otros municipios con cifras similares respecto a la media nacional; como resultado, se tendrían regiones con conglomerados de alta (o baja) desigualdad. Un valor de -1 indicaría la presencia de un municipio atípico, donde uno con valores altos (o bajos) respecto a la media nacional se encuentra rodeado de otros con valores en el sentido opuesto. Los mayores valores del Índice de Moran para la participación en actividades se observan en la preparación de alimentos, compras, atención a menores de 6 años de edad y limpieza de las viviendas. Los valores para el tiempo dedicado a estas actividades presentan valores similares.

 

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Modelos espaciales

Como anticipamos, una vez que se ha establecido el panorama inicial de la distribución de las actividades no remuneradas entre mujeres y hombres a lo largo del país, ahora detallamos y analizamos los resultados de nuestros modelos de rezago espacial. Los valores descriptivos para las variables independientes incluidas en los modelos se muestran en el cuadro 3. La población indígena en los municipios de México osciló entre 0 y 100%, con un valor medio de 19.7 por ciento. La presencia de brechas de género en escolaridad —pero, sobre todo, de participación laboral en México— es evidente. En el ámbito escolar, por cada 100 hombres con secundaria terminada se tienen 98 mujeres con este nivel de escolaridad completo. Esta variable muestra importante variación en el país, con valores de 43 a 153 mujeres por cada 100 hombres con nueve años de escolaridad o más. La participación femenina en la fuerza de trabajo sigue siendo menor que la masculina y, a lo largo del país, la proporción varía de 1.1 a 77.7 mujeres por cada 100 hombres en actividades remuneradas.

Una variable de control que incluimos es el porcentaje de hogares encabezados por mujeres porque en ellos es frecuente que no exista cónyuge y suelen ser más pequeños. Este aspecto también muestra muchas variaciones, con algunos municipios que tienen alrededor de 8% de los hogares con jefatura femenina, mientras que otros alcanzan casi 49 por ciento. Ahora bien, para poder controlar por las diferencias regionales en los niveles de desarrollo, incluimos también el Índice de Marginación a nivel municipal para el 2015 (ver CONAPO, 2016). De igual manera, para controlar por la estructura de la población en cada municipio, se incluyó la razón de dependencia demográfica;[4] esta variable oscila entre 35 y 119. La última incluida correspondió a la naturaleza metropolitana y urbana de los municipios: 17% de ellos pertenecía a alguna de las 74 zonas metropolitanas de México, 33% no eran metropolitanos pero contaban con población de 15 mil habitantes o más, mientras que casi 50% tenían una inferior a los 15 mil habitantes y no eran parte de ninguna zona metropolitana. Será interesante y valioso establecer la dirección y magnitud de la asociación entre estos aspectos y las brechas de género en el ejercicio del trabajo no remunerado.

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Los resultados de los modelos de rezago espacial se muestran en el cuadro 4. El primer panel se refiere a las brechas entre mujeres y hombres en lo concerniente a la participación en la actividad y el segundo, a las que ocurren en horas empleadas en la actividad. El análisis de los resultados obtenidos en los distintos modelos debe tomar en consideración el grado de autocorrelación espacial en las distintas variables; es decir, el coeficiente reportado contempla la dimensión espacial entre las unidades analizadas.[5]

En lo que respecta al primer panel (razón de participación entre mujeres y hombres en actividades específicas) tenemos lo siguiente: comparados con los municipios metropolitanos, la condición no metropolitana del municipio se mostró asociada a incrementos en la brecha de género en lo que toca a participación en actividades de cuidados a personas con discapacidad y enfermas, así como la realización de compras, pero solo en municipios con población menor a los 15 mil habitantes. La presencia de población indígena se asoció con aumentos en la brecha de género en lo concerniente a la atención de niños y niñas y en la preparación de alimentos, pero con reducciones en cuidados a personas con discapacidad.

Respecto a la relación M/H con secundaria completa, fue significativa en lo que toca a la reducción de la brecha de género en atención de personas de 60 años de edad y más, preparación de alimentos y participación en compras para el hogar. Sin embargo, es muy relevante hacer hincapié en los resultados que atañen a la relación entre mujeres y hombres en la fuerza de trabajo; un aumento en los valores de esta, es decir, el incremento en la presencia femenina en el trabajo extradoméstico, se asocia con una reducción en la brecha de participación entre mujeres y hombres en todos los tipos de actividades no remuneradas. Ahora bien, la proporción de hogares encabezados por mujeres se asoció de forma positiva con aumentos en las brechas en las distintas actividades, con excepción de las de limpieza, lo que podría ser consecuencia de la composición de estos hogares y la redistribución de este tipo de actividades.

El Índice de Marginación 2015 estuvo asociado de forma positiva con incrementos en la brecha de género en preparación de alimentos, pero con efectos negativos en cuidados a personas enfermas y menores. Por último, la razón de dependencia fue significativa al incrementar la asincronía entre mujeres y hombres en casi todas las actividades, con excepción de los cuidados a personas mayores y las enfermas.

El panel inferior del cuadro 4 muestra los coeficientes de los modelos para cambios en las brechas de tiempo dedicado al trabajo no remunerado entre mujeres y hombres en las distintas tareas, es decir a la razón de horas. También, se confirma que en los municipios no metropolitanos pero con menos de 15 mil habitantes, el trabajo de cuidados a personas enfermas o con alguna discapacidad, así como las compras de productos para el hogar, se distribuyen de manera más desigual entre mujeres y hombres que en los metropolitanos. La mayor presencia de población indígena en los municipios resultó en una menor desigualdad en limpieza de la vivienda, lavado y planchado de ropa.

La relación entre géneros en lo concerniente a la finalización de la secundaria fue significativa para el cuidado a menores de entre 6 y 14 años de edad y la preparación de alimentos, y estuvo asociada con reducciones en la brecha. Sin embargo, se asoció con incrementos en la de actividades de limpieza. Y, una vez más, cuanto mayor es la participación de las mujeres en el mercado de trabajo, en comparación con los hombres, menor es la distancia en el tiempo dedicado al trabajo no remunerado en las actividades no remuneradas. Al igual que ocurrió con los modelos para la participación, la proporción de hogares encabezados por mujeres se asoció con aumentos en la brecha de horas dedicadas a la atención de personas con discapacidad y mayores de 60 años, así como de menores de entre 6 y 14 años, y con reducciones en lo que toca tanto a limpieza como a lavar y planchar la ropa de los miembros del hogar. El Índice de Marginación municipal fue significativo y asociado de forma positiva con la brecha en el tiempo dedicado a la preparación de alimentos, pero de manera negativa con los cuidados a menores de 6 a 14 años. Por último, la razón de dependencia estuvo asociada con incrementos en la distancia en la preparación de alimentos, limpieza del hogar y la realización de compras.

En la mayoría de los modelos, el valor del coeficiente ρ fue positivo y significativo, lo cual sugiere que se observó la autocorrelación espacial en dicho sentido; esto es, municipios con valores altos en las variables están espacialmente asociados con otros con valores altos. Sin embargo, las pruebas de verosimilitud, al comparar el ajuste de los modelos de rezago espacial con los lineales tradicionales, vemos que, para algunas de las variables, la ganancia de los espaciales resulta en mejoras, pero para otras no es significativo.

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Discusión sobre los resultados y sus implicaciones

El objetivo principal de nuestro análisis ha sido precisar cómo la desigualdad de género en la participación y el tiempo en el trabajo no remunerado se asociaba con algunos indicadores demográficos y socioeconómicos a nivel municipal. En particular, queríamos saber si la composición de los municipios con respecto a la condición metropolitana, la población indígena, la marginación, la estructura poblacional, los hogares encabezados por mujeres, la posición femenina relativa en el nivel educativo y su participación en la fuerza laboral podrían contribuir a explicar la presencia de esta desigualdad. Como se indicó, encontramos en un inicio que la asincronía entre los géneros en la participación en el trabajo no remunerado se agrupó espacialmente de manera significativa, en particular, en lo que toca a preparación de alimentos y cuidado infantil como tareas en esencia femeninas, por lo que confirmamos que este fenómeno está asociado con normas sociales y culturales arraigadas muy profundo en el país, pero que también podrían estar sujetas a modificaciones conforme ha ido cambiando la condición femenina en México (Rodríguez y García, 2018).

Los resultados de los modelos de rezago espacial demostraron que la brecha de género en la preparación de alimentos y otras actividades domésticas estaba asociada de forma positiva con la condición no metropolitana, lo cual indica que, en estos municipios, la participación de las mujeres es mucho mayor a la de los hombres; sin embargo, esta asociación no estuvo siempre presente en los municipios de menor población, lo que indica que la participación de los hombres en estas actividades en los contextos menos urbanizados es digna de considerarse (ver Rendón, 2008; Pacheco y Florez, 2014).

Los modelos espaciales también demostraron otro tipo de situación en los municipios con una condición no metropolitana y baja población con respecto a la atención y el apoyo a los ancianos, los enfermos y las personas con discapacidad. En este último caso, la brecha de género se asoció positivamente con esta condición rural y la presencia de hogares encabezados por mujeres.

A medida que el proceso de envejecimiento continúa en México, el diseño de políticas y un futuro sistema nacional de atención deben tener en cuenta que los municipios rurales pueden carecer de infraestructura e instituciones para reducir la brecha de género en la atención a la salud.

Respecto a la población indígena en los municipios, los modelos también han permitido ratificar la importancia de la brecha de género en contra de las mujeres, sobre todo en lo que toca al cuidado de niños y niñas y el trabajo doméstico.

De manera especial, el enfoque seguido brindó la posibilidad de verificar la importancia de la participación femenina en la fuerza laboral al buscar explicar las asimetrías entre mujeres y hombres en el ejercicio del trabajo no remunerado. Los modelos espaciales proporcionaron evidencia sobre esta asociación, no solo respecto a la participación en el trabajo no remunerado, sino también en lo que toca al tiempo dedicado a estas actividades. A medida que aumenta la participación femenina en el mercado de trabajo disminuyen las asimetrías entre géneros en el ejercicio del trabajo doméstico y de cuidado, teniendo en cuenta una serie de aspectos intervinientes como el carácter rural o metropolitano de los municipios, así como las diferencias en escolaridad entre mujeres y hombres. Se trata de resultados que, en alguna medida, confirman los hallazgos de estudios previos mencionados en los antecedentes (García y Oliveira, 2006; Rojas y Martínez, 2014, principalmente). Sin embargo —hasta donde sabemos—, no se habían establecido en el ámbito municipal mexicano y con las herramientas estadísticas espaciales que hemos utilizado.

Resta, sin duda, mucho por aclarar acerca del resultado encontrado en nuestro modelo espacial sobre la asociación entre participación laboral femenina y la reducción de la asimetría entre mujeres y hombres en el ejercicio del trabajo doméstico y de cuidado. Ya sea que se deba a un mayor involucramiento masculino en la vida doméstica, a una reducción de la sobrecarga de las mujeres o a ambas situaciones, se trata de un punto de partida que consideramos muy importante, en especial porque involucra a la casi totalidad de los municipios del país. Habrá que seguir profundizando en las implicaciones de estos hallazgos con una batería más amplia de información cuantitativa y/o cualitativa. En futuros análisis sería conveniente focalizar algunas regiones de especial interés, donde sea factible profundizar en la estructura económica y social particular, así como en aspectos más específicos sobre las ocupaciones y demás tareas que se desempeñan en los hogares tanto por parte de varones como de mujeres de distintos sectores sociales.

Conclusiones

En este trabajo buscamos avanzar en el conocimiento existente en México sobre la repartición de tareas no remuneradas y remuneradas entre hombres y mujeres. Se ha señalado de forma repetida que la asimetría existente es importante, sobre todo porque, hasta ahora, los varones no se han involucrado en la vida doméstica y de cuidado con la extensión e intensidad necesaria para equilibrar la carga que hoy tienen las mujeres, quienes se han incorporado de manera creciente al mercado de trabajo.

En el país se ha recolectado información sobre la división sexual del trabajo imperante en los hogares desde mediados de la década de los 90; asimismo, las encuestas de uso del tiempo que existen a partir del 2000 han permitido precisar las brechas de género que nos caracterizan en lo que concierne al ejercicio del trabajo en sus múltiples facetas, así como sus variaciones entre sectores sociales y grupos vulnerables de interés.

La contribución que buscó hacer esta investigación se refiere a lo que ocurre a nivel municipal en México, y esta búsqueda la facilitó la Encuesta Intercensal 2015, la cual incluyó, por primera vez, varias preguntas sobre el ejercicio del trabajo no remunerado en gran parte de los municipios del país.

Para iniciar, verificamos en el ámbito municipal las brechas de género referidas al trabajo doméstico y de cuidado propiamente dicho, las cuales han sido subrayadas por estudios previos. Las tareas domésticas (cocinar, lavar, planchar) son las más desigualmente distribuidas entre mujeres y hombres, y nos sorprendió la claridad con la que es posible apreciar esta distinción cuando recurrimos a las representaciones gráficas que nos permite trazar la EI 2015.

Asimismo, tal como se ha señalado con anterioridad, también comprobamos que existe mayor participación relativa de los varones en lo que toca al cuidado de dependientes. Sin embargo, consideramos que no ha sido suficientemente resaltada con anterioridad la diferencia que pudimos establecer entre distintos tipos de cuidados. Según la información que analizamos, las actividades con mayor participación de los varones entre las que estudiamos son el cuidado de personas adultas mayores sanas, enfermas o con alguna discapacidad. Las técnicas de análisis espacial nos permitieron, también, indicar que estas actividades están distribuidas de manera más aleatoria que las demás en el territorio nacional.

Consideramos que estos hallazgos tienen mucho potencial desde la perspectiva de la elaboración de las políticas públicas locales, pues se trata de una pista que nos permite comenzar a romper con la idea de que las brechas de género son igual de importantes en todos los ámbitos del trabajo no remunerado (y remunerado). Se trata de un resultado que permite afianzar la búsqueda de mayor igualdad de género, en especial en un país que no se encuentra entre los más envejecidos del planeta, pero que avanza muy rápido en esa dirección.

En la parte central de este artículo buscamos establecer los factores asociados a las diferencias de género tanto en la participación en las distintas actividades como en el tiempo dedicado a ellas. En este esfuerzo nos vimos limitados por la información disponible a nivel municipal en el país. Partimos del supuesto de la dependencia espacial usando modelos que permiten incorporar no solo la información de cada municipio, sino la posibilidad de asociaciones espaciales entre municipios cercanos. Hicimos especial hincapié en el resultado referido a la presencia femenina en el mercado laboral, porque es el que se mostró de forma más clara, tanto en lo que toca a la participación como a las horas dedicadas al trabajo no remunerado.

Para finalizar, habría que apuntar que consideramos necesario impulsar el enfoque espacial en la agenda de género en México. Creemos que son necesarios más estudios que incorporen esta perspectiva para avanzar en ella, como se estipula en los ODS. El cuestionario ampliado propuesto para el censo del 2020 por el INEGI incluirá las mismas ocho preguntas sobre el trabajo no remunerado que la EI 2015 (INEGI, n.d.), con lo cual se podrán rastrear cambios en el tiempo y el espacio. La combinación de estas dos perspectivas debería permitir incorporar aspectos sociales, económicos y culturales mejor medidos en las políticas destinadas a reducir la brecha de género en el tiempo asignado al trabajo no remunerado.

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Fuentes

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[1] Como es posible constatar en la sección de antecedentes, algunas de nuestras variables cuentan con mayor respaldo que otras para la inclusión en los modelos. No obstante, quisimos ampliar el conocimiento existente sobre la distribución sexual del trabajo explorando (o controlando) el efecto de otros aspectos, cuyo impacto era potencialmente significativo y para el cual pudimos localizar o estimar la información respectiva.

[2] Los municipios se clasificaron como metropolitanos si fueron incluidos en alguna de las zonas metropolitanas de México del 2015; aquellos no incluidos se consideraron como no metropolitanos en dos categorías: con población mayor a 15 mil habitantes y los de menor a los 15 mil habitantes.

[3] Se le llama así por la similitud que guarda con los movimientos que esta pieza puede realizar en un juego de ajedrez clásico. Entre las medidas de contigüidad, se recomienda su uso para el establecimiento de las vecindades a considerar cuando los polígonos tienen formas irregulares. Este criterio permite incluir como vecinos a municipios que comparten, al menos, una arista con el municipio central.

[4] Razón de dependencia = (población < 15 años + población de 65 años y más)/población de 15 a 64 años.

[5] Como consecuencia, se debe tener en cuenta que las variables de una unidad geográfica están relacionadas con el valor observado en las unidades vecinas.

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